Qué flagelo es la mentalidad “si se quiere, se puede”. No es tan simple. Hay circunstancias y factores que complejizan la consecución de un objetivo. Los deportistas buscan ganar, salir campeones, pero pocos lo logran. En el fútbol argentino de primera división hay 28 equipos: un solo campeón y 27 que no. 27 quieren y no pueden.
“El que quiere laburar, labura”, dicen algunos sin ir más
allá, sin pensar que en las empresas trabaja el que lo toman, no el que quiere.
“Cociná pan y salí a venderlo casa por casa”, dicen. Pero
hay un 6% de desocupación, por lo que es posible que el vendedor toque timbres
en un barrio y no lo atienda nadie porque los moradores se fueron a trabajar.
La rutina del otro influye. A su vez, el panadero del barrio no quiere
competencia porque dice que es desleal, que él paga los impuestos, que habilitó
su local, que hace hincapié en la higiene de su cocina y el emprendedor no.
“Comprate una cortadora de pasto y ofrecete”, simplifican
sin tomar en cuenta si el precio es accesible ni si el vecino se corta su
propio pasto y no tiene necesidad de los servicios de un jardinero.
Si fuese tan fácil eso de que si se quiere se puede,
millones serían novios de Pampita y el marido es uno solo. En un consultorio
médico atenderían muchos médicos (todos los que quisieran) y no uno solo.
Habría muchos docentes al frente de un aula y no uno solo.
Con desear algo no alcanza. Nadie sería pobre, nadie se
enfermaría, nadie moriría, nadie perdería en ningún deporte, nadie sería
despedido, nadie sería discriminado. Hay límites a los deseos.