¡Qué concierto de fútbol total dieron los alemanes! ¡Qué paliza histórica! ¡Qué actuación inolvidable! Los alemanes humillaron a los brasileños con un juego colectivo estético y contundente. Con el guardiolismo actual y la vieja escuela.
El seleccionado de Löw mostró todo su repertorio: presión asfixiante, pases, paredes, triangulaciones, desmarques, rotación y efectividad. La perfección. Provocó los errores contrarios con su despliegue. No perdonó. Dentro de un marco de respeto, jugó a fondo y no se burló; no canchereó. Fue un equipo completo: alternó verticalidad con horizontalidad, aceleración con freno y avasallamiento con contraataque. Convirtió cuatro tantos en seis minutos y cinco en dieciocho ante el anfitrión, en una semifinal mundialista. Aplastante.
Müller abrió el camino de la goleada y se destacó. Klose aumentó y se transformó en el máximo goleador de los Mundiales con 16. Kroos descolló con sus pases y metió dos goles: figura. Khedira presionó, jugó y anotó el suyo. Schürrle ingresó con un doblete en los pies. Neuer apareció en tres oportunidades para postularse como el mejor arquero de la Copa.
Brasil sufrió la peor derrota de su historia porque pagó cada error que cometió. Perdió las marcas en un córner y por los costados. Falló en la salida, se descontroló, regaló las espaldas y lo devoró la presión. Tuvo equivocaciones individuales y colectivas. La sucesión de goles alemanes fue tan frenética que lo dejó sin respuestas. Ante semejante resultado y actuación, no se pueden analizar las ausencias de Neymar y Thiago Silva. Todo el equipo pasó vergüenza. Tremendo Mineirazo.
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