Un baño de realidad. Un llamado de atención. El triunfo argentino fue exiguo, deslucido y lleno de errores. Como para desterrar el exitismo.
En el primer tiempo, la Selección tuvo una actuación muy pobre. En vez de tranquilizarla, el gol tempranero de Kolasinac en contra la durmió. El esquema 5-3-2 naufragó. La pelota pasó mucho por Campagnaro, Garay y Mascherano cerca del círculo central y poco por Messi (además impreciso) y Di María. Las proyecciones de Zabaleta y Rojo carecieron de sorpresa. Agüero casi no participó. Maxi Rodríguez nunca pisó el área rival y estuvo bien sustituido. El equipo no tuvo volumen de juego ni profundidad. Atrás, Sabella se preocupó por cerrar los laterales y Bosnia atacó por el medio. También sufrió con algunas pelotas paradas en contra. Romero se lució ante Lulic.
En el segundo tiempo, la entrada de Gago aportó prolijidad en el trato del balón, lo que estimuló a Messi y Di María. Higuaín (por Campagnaro) inquietó más a la zaga bosnia. El 4-3-3 dio una cierta dinámica para llegar al 2-0 (notable jugada de Messi). Pero, sobre el final, el equipo quedó partido y permitió el descuento de Ibisevic.
Hubo más momentos negativos que positivos y fallas más profundas que la magnitud de los aciertos. A mejorar.
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