Fue un enorme partido porque hubo múltiples emociones en las áreas. Porque los avances de ambos fueron mejores que los retrocesos. Porque se alternaron el dominio.
En un duelo de estilos diferentes, Inglaterra ejerció una presión bien aceitada en el mediocampo y empleó pocos pases, pero profundos, para llegar seguido al área rival. Se benefició del gran nivel de Sturridge (marcó el gol), Sterling y Rooney en la búsqueda incesante durante el complemento, pero no pudo plasmarlo en la red.
Italia expuso el cambio de paradigma de su juego. Tuvo asociaciones por bajo, rotación de sus futbolistas, circulación de la pelota y empleó varios pases para gestar cada jugada. El gol del triunfo conseguido por Balotelli fue una muestra cabal de su idea. Pirlo se destacó de principio a fin. Fue magnífica su intervención en el tanto de Marchisio: abrió las piernas para que pasara la pelota tras un pase de Verratti. Candreva lanzó centros venenosos y remates picantes. Y el arquero Sirigu apareció cuatro veces para colaborar con la victoria. Las grietas en el sector defensivo y la pérdida del balón en varios pasajes del segundo tiempo configuraron los puntos negativos.
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